Como no la conozco… la llamaré cosa – dijo el maestro.
Cosa es el nombre la cosa olvidada.
Pienso.
Es una cosa extraña
la veo, la toco, la volteo
la percibo con todos mis sentidos.
Pienso.
Listo sus variables y enuncio una verdad: es un símbolo concreto, un desafío.
La junto a otras cosas, las comparo, las apilo.
Relaciono cada parte con el todo
lo previo con el medio, por un instante la mente media.
Me pregunto: ¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo? ¿Para qué?
Aplico mi criterio y juego.
Mi mano toca inteligentemente
del trípode cosa-mano-mente surge algo
siempre resulta algo en lo concreto: orden, acople, serie, forma, duda.
Reto a reto, el medio media
todo lo demás desaparece.
La forma y el tamaño danzan solas en la mente, ¿es indispensable el color?
Indago el mediador con mis sentidos, extraigo sus esencias
y una leve sonrisa surge de la mente.
¿Hay alguna pieza que no he tocado?
¿Hay algo que no he visto?
¿Algún giro imprevisto?
Algo falta siempre.
Toco nuevamente y pienso.
Si toco sin pensar no vale.
Lo que toco sin amor lo olvido en el instante mismo.
Entonces toco, siento, pienso
Pienso, toco, siento.
De repente surge una torre, un pájaro…Un barco
una isla en trazo fino sin conquistar todavía
una idea: es mejor pensar con las cosas que sin ellas
y si además son bellas, tenemos que verlas
y si además son ciertas, tenemos que creerlas
y si además para pensar son hechas
tenemos que llevarlas a la mesa, a la mente, a la cama
a todas partes como imágenes y sueños
y si además son ellas, tenemos que amarlas
imposible no llevar al corazón
cosas tan propias y tan bellas.
Rubén Darío Henao Ciro.